El Pegaso Troner 400 TX de Tolo Bauzà, trabajo en familia

Tiempo de lectura: 9 min.

La restauración de este Pegaso de 1993 es una oda al trabajo en familia. Tolo Bauzà lanzó el proyecto al aire, su padre Miquel lo cogió al vuelo y juntos comenzaron a buscar vehículo.

Encontraron este Troner y poco después viajaba hacia Porreres (Mallorca), donde viven los Bauzà. A partir de ahí, a las manos de padre e hijo se sumaron las de Antònia, la madre. Éste es el resultado de un año de trabajo puramente familiar. Un proyecto a seis manos.

Cerca de Porreres, un pueblo a 40 km de Palma de Mallorca, la familia Bauzà levantó su “cuartel general” desde donde trabajaría durante un año, fines de semana, tardes y ratos libres, codo con codo, en la restauración de este Troner.

Construyeron un garaje para el vehículo y un habitáculo adyacente para trabajar las piezas a resguardo de la intemperie. Padre, madre e hijo. Los tres se empeñaron en tirar adelante este proyecto y hoy sonríen orgullosos ante su obra. No es para menos.

El estado de conservación del Troner original no era, digamos, ideal, así que hubo que invertir horas y horas de trabajo.

Esto ha sido un trabajo en familia”, asegura Tolo, mientras mira de reojo a sus padres, Miquel y Antònia, que dibujan una media sonrisa. “Durante las noches, cuando teníamos ratos libres, en verano, días de fiesta, veníamos aquí cada uno a aportar lo que podíamos”.

De la parte mecánica se encargaron ellos -el grupo estaba mal, de no funcionar, y hubo que arreglar juntas-, mientras Antònia se arremangaba para dejar impoluto el interior de la cabina.“Estaba muy sucia y había un trabajo enorme”, cuenta la madre.

Las manchas no se iban con nada, y el techo estaba totalmente oxidado”. La elección de los colores también fue suya.

Hicimos varias pruebas y al final el azul y el gris fueron los que más me gustaron. La pena es que no quedó brillante, que es lo que a mí me habría gustado, pero en cuanto la economía lo permita volveremos a pintarlo con otra pintura especial. Lo primero es lo primero, y en la época en que lo restauramos tanto Tolo como Miquel estaban sin trabajo, así que hubo que ajustar la inversión que hacíamos”.

Pese a todo, el resultado es admirable. Sobre todo si tenemos en cuenta que el vehículo estuvo siete meses a la intemperie, por lo que la chapa comenzó a picarse. “Fue entonces cuando decidimos construir el garaje.

Necesitábamos conservar el material al máximo y evitar que el deterioro fuera a más”, nos explica Tolo. Una vez que tuvieron el espacio arreglado, la familia se puso manos a la obra. Pero el proyecto había arrancado meses atrás.

De Motilla a Mallorca

Durante muchos años, el padre de Tolo estuvo trabajando en el transporte con un Pegaso 2180. De aquel vehículo hoy sólo conservan uno de los símbolos decorativos que marcaban la chapa de la cabina.

El resto se perdió. Pero el gusanillo por los restaurados se mantuvo intacto tanto en Miquel como en Tolo. Ambos decidieron materializar el sueño de remodelar un vehículo antiguo y comenzaron la búsqueda. “Mi padre ha trabajado toda la vida con camiones. Siente un apego especial por los antiguos, en especial por Pegaso. Empezó con un Barreiros y después ya fueron todo Pegaso”.

Casi sin darse cuenta, guiados por ese espíritu de romántico arqueólogo, Tolo y Miquel fueron siguiéndole la pista a varios Pegaso a través de los foros de compraventa de Internet. El proceso no fue sencillo. Viajaron hasta Bilbao y Tarragona, pero sin éxito… hasta que un día dieron con un Troner en Motilla. No lo dudaron un instante.

Ése podía ser el elegido. “Había pertenecido a Transportes Posado, de Benavente, y su destino era viajar a África.

Por suerte, lo encontramos antes de ser embarcado”. Tolo confiesa que su sueño era un modelo más antiguo; sin embargo, las oportunidades en Mallorca son escasas y la búsqueda en la Península es ardua para un isleño.

Básicamente, el problema está en que Mallorca no tiene desguaces de camiones. Cuando se retira un vehículo de la circulación, directamente se trocea, se prensa y se envía a la Península.

Así que no sólo es difícil encontrar modelos antiguos, sino que también es muy complicado, y mucho más caro dar con piezas de recambio. Te pongo un ejemplo: la luna delantera nos costó en Motilla exactamente la mitad de lo que nos cobraban en la isla”.

Con el Troner ya en Porreras, comenzaron a desmontarlo pieza a pieza, elemento a elemento, incluidos los faldones, que también se restauraron. Tolo, Miquel y Antònia pasaron innumerables horas en el improvisado taller de reparación, mecálijando, pintando, tapando grietas, incluso reconstruyendo pequeñas piezas a base de masillas. Trabajo casero y máxima dedicación. Con esos ingredientes, el resultado jamás puede ser malo. Y a la vista está.

Un hermano Troner

Una vez iniciado el proceso de recuperación del Troner, Tolo encontró en Internet un modelo similar, pero 360 CV. La idea original era usar el segundo para nutrir de piezas el primero, así que padre e hijo partieron de nuevo rumbo a la Península, esta vez hacia Vigo.

Pertenecía a Transportes Vázquez y trabajaba en el puerto de Vigo”, cuenta nuestro protagonista. “El precio era bueno y nosotros necesitábamos piezas de repuesto para el 400 TX, así que fuimos hasta allí”.

Ya en Galicia, probaron el vehículo, arreglaron los papeles y circularon hasta Barcelona, donde lo embarcaron hacia su nuevo destino. El viaje sirvió también para adquirir en un desguace de Vigo unos deflectores para el 400, más una litera, más faros… Un viaje del todo productivo.

Ya en Mallorca, el nuevo vehículo jamás desempeñó su misión original, la de servir de “taller de recambio” para el 400 TX.

Ya sea por capricho o por cariño, lo cierto es que el 360 aguarda ahora su turno para ser restaurado de arriba abajo. De hecho, ya hay proyectada una ampliación del garaje para que entren los dos. Mientras Antònia terminaba de alistar el interior, Miquel y Tolo se encargaban del área mecánica: juntas, grupo, pulmón de freno… poco a poco el Troner iba tomando forma de nuevo.

Una vez rearmado, sólo quedaba darle el toque final en la cabina. “Los asientos nos los regalaron de un Tecno, y el tapizado lo encargamos a un profesional del pueblo de Campos, aquí al lado”.

Los tres miembros de la familia, más María Jesús -la pareja de Tolo- disfrutan ahora del vehículo casi como si fuera nuevo. Antònia todavía suspira cuando recuerda las horas de trabajo invertidas, y las que quedan si se meten ahora con el otro Pegaso.

Pero termina la frase sonriendo. Más allá del esfuerzo que ha supuesto remozar todo el camión, pieza por pieza, la madre les apoya en todo. “No me gusta que inviertan tanto dinero en los camiones, ésa es la verdad. Pero también reconozco que cuando los veo acabados me gustan”.

Durante años, Tolo estuvo trabajando en una cantera, muy cerca de su pueblo. La crisis le forzó a cambiar de actividad, y hoy sigue en el camión, pero haciendo transporte hacia la Península. “Son muchas horas embarcado y apenas tengo tiempo para seguir con la restauración o salir a concentraciones, al menos no tanto como querría”.

El motor del Troner ha rebasado ya el millón de kilómetros, pero funciona sin ningún tipo de problema. De hecho, el diferencial del vehículo se había cambiado sólo un par de años antes de que lo adquiriesen.

Cada año pasa la ITV”, explica nuestro protagonista. “Es cierto que lo miran con lupa, mucho más que si fuera otro tipo de camión, pero supera el test sin problemas”.

No cuenta con tarjeta de transporte, así que sólo pueden usarlo para viajar a concentraciones, uno de los mayores placeres tanto de Tolo como de su padre. “En Mallorca, este tipo de reuniones no son muy habituales, no hay afición por los clásicos, así que tenemos que embarcarnos y salir fuera”.

Iniesta, Torrelavega… el Troner sigue rugiendo cuando la ocasión lo merece, y los Bauzà aprovechan entonces para exhibir su “criatura” y, de paso, empaparse de una afición que, por desgracia, es muy minoritaria en Baleares.

Más allá de la satisfacción que supone recuperar un vehículo por propia iniciativa, trabajarlo pieza a pieza, reconstruyendo lo que está deteriorado, con toda la familia, me enorgullece aportar mi granito de arena en la conservación de una marca de aquí, aportar lo que podamos en que la marca Pegaso no se pierda en el recuerdo”.

Su objetivo original era restaurar un Pegaso más antiguo, pero viéndole la cara al subirse a la cabina y arrancarlo parece que la satisfacción es la misma, o mayor. “Lo bueno de este modelo más moderno es que la cabina es más cómoda”, nos dice sonriendo.

Damos una vuelta con el vehículo mientras la familia observa desde el garaje. Parece como si escudriñaran cada centímetro de la chapa, como si mentalmente pensaran en qué puede mejorarse, qué elementos cambiarían si tuvieran que empezar hoy la restauración… el Troner es como un hijo más en la familia, pero ya está terminado.

En el horizonte aparece el otro Pegaso, el que aguarda paciente su hora. Quién sabe si 2013 será el año de su restauración. Lo que está claro es que, de nuevo, la restauración correrá a cargo de la familia Bauzà en grupo, cada uno aportando lo que pueda. Que no es poco.

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