El Pegaso 1183 de Rogelio Cerezales, el centinela

·  Un post de Míriam Ballesta
Tiempo de lectura: 6 min.

Aunque fue Barreiros la primera marca en proponer un modelo de cabina abatible, el órdago que le echó Pegaso con este otro, lanzado muy poco después, fue demoledor. Lo superó en todo. Uno de estos modelos fue adquirido en 1979 por Endesa, en Ponferrada, para labores de prevención.

Rogelio Cerezales, que trabajó allí más de treinta años, llegó a un acuerdo con la empresa para poderse quedar con su querido Pegaso 1183. Bendito acuerdo. De las instalaciones de Endesa a la lonja, donde se albergan las joyas restauradas que podemos contemplar en este reportaje, a Rogelio Cerezales le separaban pocos kilómetros, pero le unían muchas emociones.

Pegaso 1183

En 2010, este robusto Pegaso, de encarnado semblante, había quedado obsoleto para las labores que le fueron encomendadas tres décadas atrás, pero su restauración, a la vista está, ha sido más que certera, gracias al obstinado aplomo de nuestro protagonista y el de los buenos hombres (su yerno, Cristian, y sus hermanos Rigo y José) por los que se dejó rodear para tal desafío.

Con doble dirección, poco túnel de motor, para pasar de un lado a otro con facilidad, y una robustez insólita en todas sus líneas, de las cadenas de montaje de Pegaso salieron muchas unidades de este modelo, que en su día se vendió como rosquillas, dado que su grupo muy largo del propulsor, con 260 CV, lo hacía apto para todo tipo de necesidades de las de aquel entonces.

Pegaso 1183

Equipado, en este caso, con todos los enseres de un vehículo de bomberos, por suerte nunca tuvo este Pegaso 1183 que emplearse a fondo en catástrofe alguna dentro de las instalaciones eléctricas. ¿Sus misiones?: regar las calles, limpiar los aisladores de alta tensión, auxiliar en algún incendio de monte cercano y alguna que otra contingencia de escasa exigencia.

Pegaso 1183

“Cuando llegué al acuerdo con Endesa en 2013 para hacerme con él –recuerda Cerezales–, tenía tan solo 30.000 kilómetros. No estaba muy cascado, pero quién sabe si hubiera acabado en el desguace.

Al principio –observó– el cambio de bola no funcionaba, de manera que ni aumentaba, ni reducía. Al escudriñarlo por dentro vi que el bombín del cambio estaba totalmente oxidado, y era porque los que lo manejaban solo le metían las cuatro marchas, sin uso de las cortas, por lo que nunca utilizaban el cambio de bola”, nos decía el bueno de Rogelio.

Pegaso 1183

Cambio de imagen

El camión fue desmontado por entero, así como vaciada la cuba trasera. Estéticamente se veía feo, por estar muy abandonado de pintura, pero no tenía nada picado. Por lo demás, tanto de frenos como de motor, estaba estupendo.

Se le quitó a la cuba el rompeolas que llevaba, con la intención de Rogelio, para crear una vivienda dentro de la cuba. “Lo haré montando cuatro hidráulicos, con los que levantar el techo, y así –afirma con ilusión– ganar altura para poder moverse de pie en su interior”.

Pegaso 1183

La parte trasera fue reformada por entero, acoplando los pilotos originales de Pegaso (la nave de Cerezales contiene un inmenso arsenal de recambios Pegaso, todos de origen).

Tras el pertinente cambio de filtros y aceite, fue pintado minuciosamente, aunque nuestro hombre pretende rematar muy pronto este proceso con otro nuevo pintado y el acople de unas defensas en color blanco.

Precisamente en la víspera de nuestro reportaje, el vehículo acababa de pasar la ITV por tres años. Por constar como Vehículo Histórico, puede llevarse con su matrícula original, de León, LE 4838 H.

Pegaso 1183

Al estar exento de tacógrafo, Rogelio se dio el gusto de ponerlo un día (solo uno… y que no salga de aquí) a 120 km/h, por una autovía. “La cara del conductor de un camión moderno cuando a veces le paso por la izquierda es de alucine, pero yo siempre voy tranquilo en vías rápidas –sonríe nuestro ponferradino–, entre 90 y 95, con los que hago unos consumos de no más de 30 litros, porque lo llevo con un aditivo que es oro en paño para cualquier vehículo clásico, pues evita rozamientos y protege perfectamente el motor y el cambio”.

Pegaso 1183

Para andar tan ligero, obviamente, el vehículo fue desprovisto de mucha de la maquinaría con la que operaba en Endesa, que le quitaron hasta cuatro toneladas de peso, provenientes sobre todo de las bombas y demás material contraincendios.

El resultado final es un pepino que no pasa desapercibido por donde quiera que vaya: 9,8 metros de largo por 2,50 de ancho y 3,60 de alto.

La irrefrenable inquietud juvenil lo llevó en 1973 a buscarse la vida en Barcelona, y muy pronto encontró uno de tantos trabajos que por aquel entonces se encontraban a manos llenas con tan solo abrir “La Vanguardia”.

Pegaso 1183

Como repartidor de butano, en una Barcelona muy distinta a la de hoy en día, Cerezales conducía un camión de 3.500 kilos por las cuestas de algunos barrios sin asfaltar. No obstante, tras una breve experiencia como dinamitero de edificios, y su paso por el servicio militar, Rogelio decidió volver a su Bierzo natal, con la idea entre ceja y ceja de entrar en Endesa.

De primeras –expresión muy utilizada por Rogelio para introducir una frase– condujo un Pegaso transportando vino en una cisterna, y el destino lo llevó de nuevo a trabajar para Grúas Sánchez.

Pegaso 1183

Pero en menos de un año consiguió por fin (¿alguien lo dudaba?) entrar en Endesa, para la que ya no dejó nunca de trabajar. En primera instancia manejaba maquinaria en las instalaciones de dicha firma en La Coruña, pero al poco fue atendida su petición de traslado a Ponferrada. Allí empezó con un Land Rover, al que le siguieron diversos Pegaso.

Cuando lo hicieron técnico de transformadores empezó a andar con un Renault 320 en el que transportaba todo un equipo que podía llevarlo a distintos puntos del mapa, desde Almería hasta Andorra.

“En 2010 –afirmaba Cerezales– me ofrecieron jubilarme anticipadamente y lo acepté. De tal manera, podía dedicarme a lo que realmente me gusta, que es restaurar modelos de mi querida marca del caballo. El primer vehículo que compré fue un autobús Pegaso, que en tiempos ejerció sus labores en el ámbito de la donación de sangre.

Pegaso 1183

Le quité las camillas y lo vacié por completo, para montar una autocaravana (los coleccionistas de Solo Camión pueden echar mano del nº 293, en el que dedicamos un amplio reportaje a este espectacular autobús).

Más tarde –prosigue– me incorporé al Club Nacional Pegaso y empecé a conocer gente con la misma afición que yo. Hasta siete modelos de esta marca he llegado a acumular en mi nave, en algún caso para aprovechar únicamente las piezas”.

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