Kenworth K100, rescatado de los 80

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José Luis Herrera se había dedicado a la mecánica naval hasta que un día dijo basta: “Me compro un camión”. El asunto no sentó muy bien en casa. “Se montó un follón y tuve que enfrentarme a mis padres –cuenta nuestro protagonista–. Pero me lo compré y poco a poco fui montando mi empresa de transporte”.

Una aventura contracorriente que no le ha salido mal. Transportes Morero de Liaño tiene ahora 21 años y cuenta con 20 vehículos frigoríficos con los que dan servicio a Santander, Bilbao y alrededores, con rutas a Sevilla y Salamanca. Sin embargo, faltaba la guinda: el americano.

José Luis andaba con ese sueño desde hacía años, pero la falta de una nave donde poder guardar el vehículo en condiciones lo tiraba atrás. Hace unos años se hizo con un espacio y, con él, se terminaron las excusas. “Mi idea era adquirir un americano, pero no el típico de morro, sino más bien algo que no tuviera casi nadie, algo diferente”.

Se había enamorado del modelo chato de Kenworth desde que lo vio en una película. Hace cinco años, se topó con ese mismo modelo —un Kenworth K100 de 1987 con motor Cummins 330 CV— en una nave de Palencia.

Años atrás, había estado en EE.UU. —así lo atestiguan los adhesivos de Texas en un lateral del parabrisas—, pero su último trabajo había sido en una cantera zaragozana. El caso es que el vehículo estaba en estado ruinoso, listo para el desguace.

Sin embargo, el destino le tenía guardado un penúltimo giro en el guion. “Lo vi, me encapriché de él y llegué a un acuerdo con los dueños –explica nuestro invitado–. Y me puse a restaurarlo enseguida, porque si esperas un poco, ya no lo haces”, reconoce.

Kenworth K100

Mano a mano, junto con sus sobrinos Julián y José Luis —soldador y electricista de profesión, respectivamente—, desarmaron el vehículo pieza a pieza y empezaron a dar forma al nuevo Kenworth.

Medir, sacar planos, volver a medir, comprar chapas, doblarlas, soldar… durante cerca de un año y medio, fines de semana enteros y robándole horas al reloj después del trabajo, fueron trabajando artesanalmente la piel del vehículo. Para las entrañas, la parte mecánica, echaron mano de amigos y conocidos expertos en mecánica.

Los tres se enfrascaron en la labor titánica de devolverle al Kenworth su pasado siendo lo más fidedigno posible al original. Eso, para José Luis, era sagrado: “Las modificaciones solo se pueden hacer si se respeta la parte de la historia del camión.

Un camión antiguo es un camión antiguo, y no tiene sentido, por ejemplo, meterle faros de xenón. Todo lo que le hicimos fue siguiendo una coherencia histórica”. Si echamos un vistazo a la quinta rueda, las defensas trasera y delantera, los escapes, etc., uno se da cuenta del grado de obsesión por lograr rescatar al camión directamente de los años 80, sin moderneces innecesarias.

Un clásico de manual que esquivó el desguace y hoy impone allá donde va.

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