El Kenworth de Julián Viñas, los valentones de Pasajes

·  Un post de Míriam Ballesta
Tiempo de lectura: 8 min.

Aquí no hay finuras que valgan por ser el guapo del puerto. A Pasajes (Pasaiako Portua en euskera) se viene a trabajar, de manera que este Kenworth se pone el mono todos los días desde hace seis años.

Julián Viñas lo adquirió cinco años atrás, así que sus primeras embestidas por Europa fueron haciendo ruta internacional.

Cuando Kunt entra en el garaje, porque en casa este boxer albino asturiano no puede parar quieto, es la hora de que salga Ken. De Irún toca hacer camino hacia Olaberria o hacia Pasajes, todo depende de si vamos a cargar o a descargar el mentado hierro.

De cara a nuestrKenworth Pasajeso reportaje, hoy toca cargar viga en este singular municipio vizcaíno, ligado hermosamente al mar y a su río Oyarzun. Un singular paisaje portuario y el sol brillante, tras un día de lluvia, se ponen de parte del fotógrafo Dani, que retrata a este morlaco encarnado con mucho deleite.

Después de enamorar un ratito a la cámara, nuestro americano se dirige al tajo. Una impresionante grúa con poderosos imanes va descargando sobre sus lomos las vigas de hierro.

Como en tantos otros aspectos del transporte, aquí el modus operandi también ha evolucionado lo suyo, pues las uñas de las grúas antes dañaban mucho el hierro, pero ahora con el imán, que se va activando y desactivando según convenga, todo el proceso se hace Kenworth Pasajesde forma mucho más delicada.

A la anteriormente citada Olaberría se transportó previamente una chatarra que allí será fundida.

Con la barra al rojo vivo, una sierra de disco la va cortando a la medida demandada por el cliente.

La madera se pone entre vigas para que el imán no coja lo que no tiene que coger, y es muy rara la vez que falla el imán –nos ilustra Julián–, pero siempre hay que éstar al loro, porque como caigan a plomo las 4 toneladas que puede pesar una viga de estas te hace un destrozo en el camión. Y si es sólo el camión, pues aún, pero lo peor es que pueda entrampar a alguien”.

Por cuidado, desde luego, no va a quedar, porque nuestro hombre es meticuloso hasta la médula, y sobre todo con el peso, siempre basculando entre las 23 y las 27 toneladas, pues sólo con pasarse 50 kilitos el paquete que puede caerte es de los de echarse a llorar… y para el camionero ya se sabe que no hay amnistías fiscales que valgan.

¿Quién es este hombre?

En un pueblecito de Cáceres llamado Villamiel nació en febrero de 1954 Julián Viñas Guardabrazos, el mayor de los Viñas.

Luego vendrían siete hermanos más, así que desde bien pequeño le tocó administrar responsabilidades, pues sus padres, trabajadores del Kenworth Pasajescampo, salían bien temprano de casa a cumplir con sus tareas, y él tenía que ingeniárselas bien para consolar a los más peques cuando lloraban.

Su primer contacto con el mundo de las ruedas fue el único juguete –igualito, igualito que los niños de hoy en día– que tuvo en su infancia: un camioncito de madera que su padre le fabricó.

En 1962 su padre salió del pueblo en dirección a Francia para hacer la vendimia, como una buena parte de los extremeños en aquella época.

Poco a poco se fue haciendo un rinconcito de dinero y, después de dos años, trajo a toda su familia a Irún. Pasa la vida, y a los 18 años nuestro Julián se saca el carnet de conducir con el dinero ganado en un trabajo extra, como camarero, durante los fines de semana.

Ya tenía claro su futuro, así que a los 21 años empieza a prepararse para el resto de los carnets. Tras el servicio militar se casa con una guapaza asturiana, Mertxe, y con el dinero que sacan en la boda se costea los carnets e inicia su andadura en el transporte.

Su primer trabajo fue con un Magirus volquete de obra, pero al poco le salió la oportunidad de trabajar en Turytrans, empresa de autobuses que hace la ruta Irún-Gijón, en la que estuvo 15 años.

Conduce el autobús más rápido de la empresa, apodado el Autopulman, pero al ir conociendo a muchos camioneros cántabros y asturianos llega un momento para Julián en el que es imposible seguir dándole largas a su vocación más profunda, que no era otra que la de tener su propio camión y trabajar por su cuenta.

Suponemos que un buen día Julián se caló el pañuelo a la cabeza, respiró hondo y se dispuso a hablar con la familia. “¿Cómo?, ¿que vas a Kenworth Pasajesdejar un trabajo fijo por embarcarte en la aventura de un camión?«

Su mujer se hace cruces, y su hijo, a punto de entrar en la universidad por aquel entonces, tampoco le pone muy buena cara. Menos mal que por ahí andaba también su hija, tan aventurera como él, que le animó incondicionalmente, al igual que su tío Pepe, tan “locuno” como él.

Tal vez por aquello de que si no puedes con tu enemigo, lo mejor es unirse a él, Mertxe se implica en el proyecto vital, y juntos se ponen a estudiar. Él saca el título de transportista y ella el de agencias.

Al poco, compran su primer Scania. Con el permiso para transportar mercancías peligrosas, tres años después se hacen con una cosechadora, con la que Julián realiza viajes a Francia, Bélgica, Alemania e Inglaterra.

Buen mecánico de toda la vida, Julián y Mertxe compran un local que en poco tiempo no tiene nada que envidiar a cualquier taller, y allí se reparan los vehículos de muchos vecinos.

Pero como parece que no pueda pasar mucho tiempo sin que Julián se disponga a afrontar nuevos retos, va tomando cuerpo en su mente una de las grandes ilusiones de su vida: tener un camión americano.

Le echa el ojo a un Kenworth T2000, y esta vez la familia no osa perder el tiempo en contravenirle y entra en un rápido consenso.

El Ken vino con algunos problemillas que Julián no tardó en subsanar, junto a su amigo Ignacio y en contacto permanente con expertos de estos trucks en Estados Unidos.

De que a España este Kenworth no vino a pelar la pava ya dimos sobrada cuenta al principio Kenworth Pasajesde este reportaje. Lo que aún no habíamos escrito es que cada día que este extremeño “avascado” llega de su trabajo le pasa la manguera para que el polvo del hierro no se lo oxide.

Cada fin de semana, por otra parte, toca engrasar y limpiar por dentro y por fuera.

No obstante, a parte del trabajo, este Kenworth también encuentra hueco en su agenda para misiones mucho más lúdicas, como ir de vacaciones con un nieto, servir de coche nupcial en la boda de su hija, dar lustre a un anuncio televisivo o animar una cabalgata del día del orgullo gay.

Su boxer Kunt, mientras tanto, disfruta de copiloto tanto como Julián de conductor, y más que lo haría si se cumpliera el deseo de Julián para sus últimos años en el oficio: tener una ruta fija de unos 500 kilómetros diarios.

Un día de ida y otro de vuelta sería para Julián la hoja de ruta ideal para disfrutar en toda su expresión de un pedazo de truck como éste. A la espera de si prospera o no su anhelo, volvemos a ese punto de partida que nos trajo hasta este precioso enclave euskaldún, famoso por su puerto pesquero y sus traineras.

Kenworth PasajesLlama a Olaberría para ver si vale la pena hacer los 50 kilómetros que hay hasta allí, pues a veces hay una veintena de camiones esperando y se puede hacer el viaje en balde.

“¿Cómo está por la fábrica?”, le pregunta a un compañero. “Llegar y cargar, Julián”, le contesta. “Venga, chicos, pues aquí os dejo, a no ser que queráis acompañarme”, nos dice esta vez a nosotros…

Nosotros, Dani y yo, yo y Dani, que no hace tanto estuvimos de road movie reportera durante casi un mes por tierras estadounidenses, hoy hemos revivido un bocadito de aquellos días, pero en este caso junto a un tío al que se le entiende perfectamente cuando habla el castellano: “A un joven que hoy empieza yo le diría que mire en mí cómo se puede alcanzar un objetivo sin perder nunca la ilusión. El día a día hay que vivirlo con ganas. Siendo positivo de todo se sale”.

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